Delicias de la Sabiduría sobre el Amor Conyugal #3

Por Emanuel Swedenborg

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3. Después de la deliberación, la Primera cohorte, que era del norte, dijo: “La alegría celeste y la felicidad eterna, son una sola cosa con la misma vida del cielo. Por ende, todo el que entra en el cielo, en cuanto a la vida, entra en sus alegrías del cielo, no en forma distinta al que cuando entra en una sala de nupcias, entra en sus alegrías. ¿No está el cielo sobre nosotros, ante nuestra vista, y así en un lugar? Y allí, y no en ninguna otra parte, hay felicidades sobre felicidades, y placeres sobre placeres. En esto es insertado en el hombre en cuanto a cada percepción de la mente, y en cuanto a cada sensación del cuerpo, por la plenitud de las alegrías de ese lugar, cuando está en el cielo. Así que la felicidad celeste, que es eterna, no es otra cosa que la admisión en el cielo, y admisión por la Divina gracia.”

[2] Dichas estas cosas, la Segunda cohorte del norte, desde su sabiduría expresó este sentimiento: “La alegría celeste y la felicidad eterna no otra cosa son, que alegres reuniones con los ángeles, y agradables conversaciones con ellos, por las cuales los semblantes son continuamente distendidos por las alegrías, y las bocas de todo el consorcio en risas de amenidad, debido a los diálogos suaves y graciosos. ¿Qué son las alegrías celestes, sino las variaciones de tales cosas durante la eternidad?”

[3] La Tercera cohorte, la cual era la primera de los sabios de la zona occidental, desde los pensamientos de sus afecciones declaró esto: “¿Qué son la alegría celeste y la felicidad eterna, sino banquetes con Abrahán, Isaac y Jacob, sobre cuyas mesas estarán manjares delicados y opíparas, y vinos generosos y excelentes? Y después de los banquetes, juegos y coros de jóvenes vírgenes y de hombres jóvenes, danzando al sonido de sinfonías y flautas, con interludios de cantos de suavísimas odas. Y finalmente, en la noche, serán las actuaciones teatrales; y después de éstas, de nuevo los banquetes, y así cada día durante la eternidad.”

[4] Dichas estas cosas, la Cuarta Cohorte, que era la segunda de la zona occidental, enunció su sentimiento diciendo: "Nosotros hemos examinado muchas ideas sobre la alegría celeste y sobre la felicidad eterna, y hemos explorado varias alegrías y los hemos comparado entre sí; y concluimos que las alegrías celestes son las alegrías de un jardín paradisíaco. ¿Qué otra cosa es el cielo, sino un paraíso, cuya extensión es desde el oriente al occidente, y desde el sur hasta el norte, y en él, árboles de frutos y flores de delicias, en cuyo medio se halla el magnífico Árbol de la vida, alrededor del cual se sentarán los bienaventurados, comiendo frutos de sabor delicado, y adornados con guirnaldas de flores de suavísimo olor? Y que aspirando éstas perpetuamente la primavera, día a día nacen y renacen, con variedad infinita; y que debido a su nacimiento y florecimiento perpetuo, y simultáneamente desde la incesante temperie vernal, los ánimos continuamente renovados no pueden sino atraer y exhalar nuevas alegrías cada día, y de ahí ser restaurados a la flor de la edad, y mediante ésta al estado primitivo en el que fueron creados Adán y su esposa, y así ser repuestos en su paraíso, transferido de la tierra al cielo.”

[5] La Quinta cohorte, la cual era la primera de los hombres ingeniosos de la zona meridional, hizo la siguiente aseveración: “Las alegrías celestes y la felicidad eterna no son otra cosa, sino dominaciones sobre opulentos tesoros inmensos, y de ahí, una magnificencia más que real y un esplendor más que todo brillo. Éstos son las alegrías del cielo, y el continuo placer de ellos, que constituye a la felicidad eterna, hemos visto claramente por aquéllos que estuvieron en posesión de los mismos en el mundo precedente; y en adición desde esto: que los bienaventurados en el cielo van a reinar con el Señor, y han de ser reyes y príncipes, porque son hijos de Él Mismo, Quien es Rey de reyes y Señor de señores, y que se sentarán sobre tronos, y que los servirán los ángeles. De la magnificencia del cielo lo hemos visto desde esto: que la Nueva Jerusalén, mediante la cual es descrita la gloria del cielo, tendrá puertas, cada una de las cuales será una sola perla, y tendrá plazas de oro puro, y el muro fundado sobre piedras preciosas. Consecuentemente, que cada uno que es recibido en el cielo tiene un palacio resplandeciente con oro y cosas de grande valor, y un dominio que ordenadamente se sucederá del uno al otro. Y porque conocemos, que en tales cosas son innatas a las alegrías, e ínsita la felicidad, y que son irrefragables promesas solemnes de Dios, no pudimos deducir el felicísimo estado de la vida celeste a partir de ningún otro origen.”

[6] Después de esto, la Sexta cohorte, la cual era la segunda de la zona meridional, alzó la voz y dijo: “la alegría, no es otra cosa, que la perpetua glorificación de Dios, una solemne fiesta que se perpetúa en lo eterno, y el más beatífico culto con cantos y gritos de júbilo; y así una constante elevación del corazón hacia Dios, con plena confianza en Su aceptación de preces y laudes, por causa de la Divina munificencia en las beatitudes de ellos.” Algunos de dicha cohorte añadieron, que aquella glorificación sería con magníficas luminarias, y con las más fragantes perfumes, y con procesiones de gran pompa, precedidas por un Pontífice máximo con una gran bocina, a quien seguirían los Primados y portadores de llaves, magnos y parvos, y después de éstos los hombres con palmas, y las mujeres con efigies de oro en las manos.

  
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Muchas gracias a la "Heavenly Doctrine Publishing Foundation", por el permiso para utilizar esta traducción.